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Un nuevo libro sobre escritura en pantalla nos explica por qué usar emojis es más complejo de lo que parece

El discurso híbrido: Formas de escribir en la web, escrito por la profesora Silvia Ramírez Gelbes, fue recientemente publicado en formato digital y propone que la comunicación en pantalla incorpora la gestualidad, no sin complicaciones.

En los últimos meses, distintos artículos periodísticos llamaron la atención sobre las diferencias intergeneracionales en el uso e interpretación de los emojis. Notas del Wall Street Journal y de The Guardian explicaban, por ejemplo, que el emoji de la carita sonriente podía interpretarse como un gesto pasivo-agresivo para una persona perteneciente a la llamada generación Z y como un gesto amable para una persona de la generación X. En concordancia con estos reportes, cientos de chistes y memes de internet actualmente tematizan la divergencia en el uso de emojis cuando se trata de comunicación digital y evidencian así que no necesariamente son universales. ¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de emojis y por qué usarlos y entendernos a través de ellos es más complejo de lo que parece?

Según Silvia Ramírez Gelbes, profesora de Comunicación y Directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés, la alfabetización digital demanda una serie de habilidades que difieren de aquellas concernientes a la comunicación en papel. En su libro El discurso híbrido: Formas de escribir en la web (Ediciones Ampersand), originalmente publicado en 2018 y lanzado por primera vez en formato digital en enero del 2022, la autora ordena conocimientos al respecto de la escritura web y provee estrategias para quienes trabajan en distintas áreas de la comunicación, el periodismo, y el marketing, entre otras.

El discurso que tiene lugar en el entorno digital, nos explica Ramírez Gelbes, está caracterizado por ser híbrido o “anfibio”, en tanto busca representar, en lo escrito, rasgos que son propios de la oralidad; uno de sus artificios, en este sentido, es el de incluir la gestualidad. Allí es donde entra el universo de los emoticones y los emoji, que buscan representar emociones. Si en sus comienzos, en los años 90, los emoticones se limitaban a expresiones faciales o corporales, la llegada de los emoji implicó un abanico de imágenes que excedía a los rostros y las manos y abarcaba otros objetos. En palabras de la autora, “muchos adultos los emplean para evitar tener que escribir. Y todos recurren a ellos como una forma de reforzar lo que dicen, complementarlo, sumar humor al enunciado, acercarse al interlocutor y, sobre todo, construir una imagen propia descontracturada, actualizada y jovial”.

Pero cuando lo paraverbal intenta representarse de forma virtual en las conversaciones en pantalla, el entendimiento mutuo no está asegurado. Como explica Ramírez Gelbes, “algunas representaciones son ambiguas y pueden ser usadas con distintos sentidos o incluso provocar malos entendidos. Ese es el caso, por ejemplo, de la llamada smirk en inglés que representa una sonrisa con suficiencia, pero también puede denotar complicidad o disgusto liviano. Esta carita suele ser confundida con la que la Emojipedia caracteriza como ‘cara disgustada’ o ‘cara de tedio’”. Esas diferencias, como se indicaba al comienzo, parecen actualmente estar marcadas por variables generacionales. Comprender entonces cómo distintos grupos sociales se apropian de ciertos sentidos y construyen comunidades a partir de ellos es un tema que abre caminos de investigación y que nos ayuda a dilucidar las maneras en que nos comunicamos a través de las pantallas.

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