Transparencia en época de conflictos
Con raíces en Arroyo Seco y una mirada profunda sobre la política global, Sol Nottage, graduada de San Andrés, nos cuenta cómo fue su recorrido desde sus primeros valores comunitarios hasta presentar su trabajo ante más de cien delegaciones internacionales. En esta entrevista reflexiona sobre su pasión por entender el mundo, los aprendizajes que la formaron, los desafíos de hacerse escuchar en espacios complejos y sus próximos proyectos académicos y profesionales.

Contanos sobre tu trabajo actual en el comercio internacional de armas. ¿Cómo combinas tu conocimiento en datos y diplomacia para generar transparencia en este ámbito?
Trabajo en Control Arms, una coalición internacional que agrupa a 192 organizaciones de la sociedad civil en todo el mundo. Actualmente trabajo en el monitor ATT, un proyecto de Control Arms, que evalúa cómo se implementa el Tratado sobre el Comercio de Armas, uno de los instrumentos multilaterales que está bajo el paraguas de Naciones Unidas.
Mi trabajo se centra en el análisis de los reportes anuales que los Estados presentan al tratado, que incluyen datos sobre exportaciones e importaciones de armas convencionales, desde rifles hasta tanques. A partir de esos reportes, evaluamos el nivel de transparencia de cada país utilizando un conjunto de indicadores comparables entre sí.
Cuando llegué al equipo, toda la información estaba dispersa en múltiples archivos de Excel, lo que dificultaba el análisis integral. Gracias a la experiencia que adquirí en San Andrés, especialmente en el área de encuestas y programación, diseñe una base de datos unificada y desarrollé una plataforma de visualización interactiva usando Power BI. La herramienta permite explorar los datos de manera dinámica, identificar patrones y hacer comparaciones entre países, algo que antes no se podía hacer fácilmente.
Presentamos esta herramienta por primera vez en un evento paralelo durante la conferencia anual del ATT, que se celebra cada agosto en Ginebra. La recepción fue tan positiva que semanas después me invitaron a presentarla en el foro oficial del tratado, frente a las 113 delegaciones de los Estados parte. Tener la oportunidad de compartir mi trabajo ante representantes de todo el mundo fue una experiencia inolvidable.
¿Qué valores o hábitos de tu vida en Arroyo Seco sentís que te ayudaron a atravesar la universidad?
Bueno, en Arroyo Seco viví durante la secundaria, mis papás y mi familia viven actualmente allá.. Vivir en una ciudad chica me enseñó el valor de la comunidad. En el colegio teníamos muchas actividades fuera: procesiones, actos, eventos comunitarios. Creo que eso fue lo que más me llevé de mi pueblo, el sentido de comunidad.
Por ejemplo, hace poco se incendió uno de los colegios de la ciudad e hicieron un abrazo solidario en la puerta. Los otros colegios ofrecieron ayuda, recursos. Hay mucho de eso por ser un lugar chico, y creo que me marcó mucho.
¿Cómo fuiste descubriendo lo que realmente te apasionaba dentro del mundo de las relaciones internacionales?
Creo que fue a través de muchas situaciones en la carrera, tratando de entender cómo funciona el mundo y cómo funcionan las distintas culturas. Siempre me interesó comprender cómo se configuran los pensamientos de las personas y cómo eso afecta a las decisiones políticas.
La parte identitaria de las relaciones internacionales es lo que siempre más me llamó la atención, y cómo eso constituye lo político, el armado político. Ahí sentí que había algo que me apasionaba de verdad.
¿Qué aspectos de la formación académica de la universidad sentiste que marcaron una diferencia en tu desarrollo profesional?
Primero, la universidad tiene algo fundamental que es la rigurosidad académica. Pero San Andrés, particularmente mi carrera, tiene un enfoque muy fuerte en la evaluación basada en evidencia tanto cuantitativa como científica. Las cosas tienen que probarse.
Más allá del aula, lo que también destaco es la red de contención dentro de la universidad. Los profesores te impulsan a mejorar, te ayudan a crecer como profesional. Y eso también se ve con los compañeros. San Andrés, para mí y para mis amigas y compañeros, fue un espacio de pertenencia. Mucho más que ir, cursar e irse. Pasábamos horas acá.
¿Cómo encontraste tu voz en espacios donde muchas veces hay jerarquías, idiomas y códigos distintos a los que estamos acostumbrados?
Creo que lo hice siguiendo las reglas protocolares. En eso agradezco mucho a mis jefes, porque siempre me marcaron qué está bien y qué no. En mi día a día trabajo detrás de una computadora, con datos, con Excel. Pero en algunos momentos del año vamos a presentar en foros internacionales, donde hay códigos muy distintos a los nuestros.
Ahí es donde esas reglas, ese acompañamiento y el saber leer el contexto se vuelven fundamentales para encontrar tu lugar y tu voz.
Si tuvieras que dejarles un mensaje a quienes están por empezar la universidad, ¿qué les dirías desde tu experiencia?
Les diría que aprovechen la experiencia universitaria al máximo. Que le saquen todo el jugo posible. Acá las puertas siempre están abiertas: si tenés una idea, una inquietud, lo que sea, acércate a un profesor porque te van a escuchar.
¿Cuál es tu próximo paso? ¿Qué te sigue movilizando a nivel personal y profesional?
Mi próximo paso está en Estados Unidos. Me voy a hacer una maestría en metodología cuantitativa en ciencias sociales en la Universidad de Northeastern con una beca fulbright. La idea es profundizar mis conocimientos en metodología y estadística, para después volver a Argentina.
Acá hace mucha falta generar capacidad en evaluación basada en evidencia. Mi objetivo es volver y contribuir a eso, a potenciar profesionales que lo puedan aplicar y usar.