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La vocación del periodista: ¿piedra, papel o tijera?

Mientras algunos aventuran que “es una profesión que tiende a desaparecer”, hay cada vez más alumnos dispuestos a tomar la posta de los grandes maestros.

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¿Periodista se nace o se hace?

- Las dos cosas, porque por más formación que tengas, no sé si podés ser periodista sin esa llamita...

- ¿Sin vocación?

- Claro, cuando tenés vocación es un placer, porque no te das cuenta de que estás trabajando.

El que responde es tal vez el periodista más respetado por sus colegas, el que preguntó cuando la orden era callarse. Y el que le puso palabra a una democracia naciente.

José Ignacio López (o simplemente Nacho para los que admiramos su pasión) empezó a estudiar periodismo en los años ‘60 cuando todavía nadie lo hacía. Eran épocas en las que las redacciones estaban llenas de abogados, escritores o autodidactas que tecleaban las máquinas con dos dedos, sin celulares, redes ni Internet.

“Cambió todo. Todo menos la pasión”, dice el viejo periodista que ahora está parado frente a los alumnos de la Maestría de Periodismo de Clarín y la Universidad de San Andrés, a los que acaba de dejarles la posta. “El turno ahora es de ustedes”, los motiva.

Luego, el hombre que se animó a preguntarle a Videla por los desaparecidos en 1979 y fue vocero del gobierno de Alfonsín, tomará el bastón que había dejado un rato antes a un costado del atril y comenzará a bajar despacito del escenario. Volverá a su casa con los oídos llenos de aplausos.

Ocurrió la semana pasada en el acto de bienvenida a los nuevos estudiantes de la Maestría, en la sede Riobamba de UdeSA.

Porque allí, y mientras algunos aventuran que el “periodismo es una profesión que tiende a desaparecer”, hay cada vez más alumnos dispuestos a tomar la posta de los grandes maestros.

Para Nacho López somos “una democracia joven a la que le faltan demócratas”.

Lo dice él, quien nunca presumió de valiente porque en la época en la que le tocó preguntar todos tenían miedo. En 1976 le pusieron una bomba en su casa y jamás supo por qué. Tal vez, porque querían hacerlo figurar como tercermundista de la Iglesia (por entonces escribía los panoramas religiosos en varios medios), algo así como un marxista infiltrado.

¿De qué se trata la “llamita” del periodista de la que habla el maestro?

Es la que se mantiene viva a través de los años, con la duda, la verificación de datos, la interrogación constante. La que intenta llevar luz donde hay oscuridad.

¿Es lícito que les digamos a las nuevas generaciones que ya no vale estudiar periodismo cuando Bertolt Brecht nos enseñó que se podía cantar aún en épocas oscuras? ¿No es algo imprudente usar la más desgraciada de las palabras (desaparecer) para opinar sobre el futuro del oficio como si ya no hubiese habido demasiada violencia en el país?

En estos tiempos donde abunda lo líquido y hasta lo gaseoso, la vocación del periodista sigue representando lo sólido. Como las piedras.

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