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La mente no siempre tarda más en procesar lo más complejo

Con frecuencia, quienes leen un discurso escrito se apoyan en pistas lingüísticas para recuperar de la memoria fragmentos de información ya presentados en el texto. Las anáforas, expresiones lingüísticas que se refieren a un elemento previamente mencionado en el discurso, cumplen precisamente esa función. Por ejemplo, en la frase “Carolina resolvió el ejercicio en tiempo récord. La hazaña sorprendió a todos”, el sintagma “la hazaña” remite a un fragmento introducido previamente, el antecedente. Dado que las expresiones anafóricas suelen integrar tanto información explícita como inferida, su procesamiento suele implicar una operación cognitiva compleja. Cuanto menos accesible sea el antecedente, mayor será el esfuerzo requerido para procesar la anáfora.

Los sintagmas anafóricos pueden categorizar lo dicho en el discurso, retomando el contenido previo con una expresión semánticamente cercana, o recategorizarlo, es decir, aportar nueva información evaluativa o descriptiva sobre ese contenido. Por ejemplo, en “Juan y Ana desarrollaron un programa de actividades. El desarrollo sorprendió a sus colegas”, la segunda oración retoma el antecedente con una expresión cercana. En cambio, en “Juan y Ana desarrollaron un programa de actividades. La iniciativa sorprendió a sus colegas”, se introduce una reformulación que genera una representación distinta. Esta diferencia es clave: mientras las categorizaciones implican inferencias mínimas, las recategorizaciones implican un procesamiento más complejo.

En una investigación recientemente publicada en el Journal of Pragmatics, Carlos Gelormini-Lezama, director de la Licenciatura en Ciencias del Comportamiento y profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés, junto a Óscar Loureda Lamas, Mathis Teucher, Celia Hernández Pérez y Adriana Cruz Rubio, investigadores de la Universidad de Heidelberg, analizaron este fenómeno mediante un experimento con eye tracking (seguimiento ocular, en inglés). El estudio evaluó si las expresiones anafóricas que introducen información nueva o dada generan patrones de procesamiento diferentes. Para ello, midieron los tiempos de lectura de 340 hispanohablantes de frases con cuatro niveles distintos de información introducidos por los sintagmas, como “Juan y Ana elaboraron un cronograma de actividades. [a) La elaboración, b) La preparación, c) La iniciativa, d) La proeza] sorprendió a sus colegas”.

Los investigadores encontraron que identificar nueva información en el discurso —es decir, recategorizar— no implica un esfuerzo cognitivo significativamente mayor que categorizar. Esto sugiere que los mecanismos que permiten recuperar representaciones complejas en el discurso son notablemente eficientes. De este modo, las diferencias no se reflejan tanto en los tiempos de lectura, sino en cómo se procesa la información: la recategorización agrega dimensiones a la representación mental, lo que puede aumentar el esfuerzo en ciertos tramos del enunciado. Además, observaron que este tipo de operaciones depende en mayor medida del contexto. Cuando la recategorización se ajusta al entorno discursivo, logra efectos comunicativos relevantes con un esfuerzo cognitivo moderado. En otras palabras, la mente no siempre tarda más en procesar lo más complejo.

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