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Eugenia Mitchelstein: el periodismo bajo la lupa de quien mejor lo estudia

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No hay un solo lugar desde donde se piense el periodismo. Eugenia Mitchelstein lo demuestra cada día desde su cátedra en la Universidad de San Andrés, desde los papers que firman impacto en las conferencias académicas más exigentes del mundo, desde su columna mensual en Infobae y desde los silencios atentos de sus alumnos, que ya no consumen noticias como lo hacían sus profesores. En un oficio atravesado por la velocidad, el descrédito, la tecnología y la fragmentación, Mitchelstein es una de las voces que invitan a pensar con pausa y evidencia.

Su recorrido profesional combina experiencia internacional, rigurosidad académica y una inmersión constante en el presente. Recientemente publicó, junto a Pablo Boczkowski, The Digital Environment, un libro que explora cómo vivimos, aprendemos, trabajamos y nos informamos en la era digital. Doctora en Media, Technology and Society por la Universidad Northwestern (EE.UU.), magíster por la London School of Economics y licenciada en Ciencia Política por la UBA, es hoy profesora asociada y directora del Departamento de Ciencias Sociales en la Universidad de San Andrés. Allí también codirige el Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina (MESO), en alianza con Northwestern.

Su trabajo se centra en los entornos donde se produce, circula y consume la información: ¿quién decide qué es noticia?, ¿qué tipo de noticias se consumen realmente?, ¿cuál es el rol de los algoritmos y las emociones? Ha investigado la brecha entre la oferta de los medios y las preferencias de las audiencias; la desinformación en redes; la incidencia de lo digital en la participación política; y las nuevas formas de consumo incidental de noticias.

En tiempos donde la urgencia muchas veces reemplaza a la profundidad, Mitchelstein apuesta por la evidencia empírica. Por eso, destacarla en este especial por el Día del Periodista es también hacer lugar a otro tipo de saber: el que observa antes de concluir, el que investiga antes de opinar, el que reconoce que el periodismo no está muriendo, sino mutando.

En diálogo con Newstad, respondió una serie de preguntas sobre el presente y el futuro del periodismo, la relación de los jóvenes con la información, y los entornos -digitales y no digitales- donde hoy se juega el derecho a saber.

¿Qué es lo principal que ha cambiado cuando hablamos de periodismo? El principal cambio es que el periodismo perdió su lugar privilegiado como mediador entre distintos grupos sociales o entre élites (políticas, deportivas, artísticas) y público. Para saber si Maradona entrenaba o no había que leer El Gráfico. Para saber cómo anda Messi hay que mirar sus stories en Instagram. Esto no significa que el periodismo no tenga otras funciones: difundir información, sobre todo información que alguien -políticos, empresarios- no quieren que se sepa, analizar la realidad, etc. Cómo y cuándo las cumplen es otra tarea.

¿Cómo ves hoy el entorno no digital del periodismo en la Argentina? Es un campo amplio y diverso, marcado por todas esas tensiones: libertad, hostilidad y precariedad. Respecto al periodismo político, la principal tensión me parece referida a la polarización: redacciones y audiencias polarizadas, a favor o en contra del gobierno. Hay pluralidad externa –el público interesado puede leer o buscar en más de un medio para tener distintas versiones de la realidad–, pero no hay pluralismo interno.

¿Qué conductas te asombran más en la relación de los jóvenes con las noticias? No me asombra, pero a diferencia de mi generación, su consumo de información es más incidental: se cruzan con noticias más que salir a buscarlas, y prefieren lo audiovisual por sobre lo textual.

¿Cómo ves hoy la percepción pública de los medios? Las audiencias tienden a tener una mirada negativa de los medios, asociada en parte con la polarización. La idea de que la mayoría de los medios o los periodistas hacen eco de una versión de la realidad propuesta por La Libertad Avanza o el peronismo no contribuyen con su prestigio.

¿A las audiencias les importa la verdad o solo confirmar lo que ya creen? Son muy desconfiadas. Más que creer en una sola verdad, creen en un espectro de verdad, con algunas cosas más ciertas que otras. Esto aplica a internet, a lo que dicen los políticos, a los medios, a las redes. Les importa la verdad, pero buscan construirla por su cuenta y desconfían de los custodios tradicionales de la verdad, entre ellos el periodismo.

¿Hacia dónde creés que se dirige el periodismo y qué habilidades serán clave? La curiosidad y la habilidad para buscar información y contar historias son esenciales en todas las épocas. Después sería bueno adquirir habilidades para usar las herramientas digitales para buscar información o contar historias, pero el primer impulso, la primera intuición de qué es noticia, sigue siendo clave.

¿Qué es lo principal que ha cambiado cuando hablamos de periodismo? El principal cambio es que el periodismo perdió su lugar privilegiado como mediador entre distintos grupos sociales o entre élites (políticas, deportivas, artísticas) y público. Para saber si Maradona entrenaba o no había que leer El Gráfico. Para saber cómo anda Messi hay que mirar sus stories en Instagram. Cómo y cuándo las cumple es otra tarea. Pero para Mitchelstein, en el periodismo político hay una tensión particular: la polarización.

¿Qué conductas te asombran más en la relación de los jóvenes con las noticias? No me asombra, pero a diferencia de mi generación, su consumo de información es más incidental: se cruzan con noticias más que salir a buscarlas, y prefieren lo audiovisual por sobre lo textual.

Mitchelstein no se limita a observar el ecosistema mediático desde afuera. Es también protagonista. Escribe, piensa, discute y forma. Aunque no firme crónicas, interviene en el debate público desde múltiples lugares: la docencia, la investigación, el análisis, la escritura. Su aporte, más que en certezas, se apoya en preguntas bien hechas, datos confiables y una mirada crítica sobre el entorno cambiante donde el periodismo aún busca su lugar.

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