¿Cómo investigar los procesos de desconexión digital?

En un contexto de saturación digital en la vida cotidiana, provocado por la omnipresencia de los medios digitales móviles, la desconexión digital —entendida como el no uso voluntario de medios digitales— surge como una táctica deliberada frente a su uso constante. Esta forma de desconexión puede conceptualizarse como un continuo, que va desde pausas efímeras (como dejar de mirar el teléfono por un momento) hasta actos permanentes (como deshacerse de un dispositivo por completo). A propósito, una investigación publicada en Media, Culture & Society, y co-autoreada por Mora Matassi, directora de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad de San Andrés, junto con Morgan Quinn Ross (Oregon State University), Alicia Gilbert (Johannes Gutenberg University Mainz), Julius Klingelhoefer (FAU Erlangen-Nürnberg), Lise-Marie Nassen (KU Leuven), Sara Van Bruyssel (Ghent University), Alice Verlinden (KU Leuven) y Douglas A. Parry (Stellenbosch University), propone un marco analítico que organiza los diversos estudios sobre desconexión digital a lo largo de un continuo compuesto por tres dimensiones: una ontológica, que refiere a qué es la desconexión y qué la provoca, otra epistemológica, sobre cómo se construye conocimiento sobre ella, y una metodológica, que da cuenta de con qué herramientas se estudia.
Desde una perspectiva ontológica, los investigadores distinguen dos extremos del continuo en el que la desconexión digital es comúnmente estudiada: uno individual-funcional, que asocia la desconexión a un comportamiento responsable orientado al bienestar y la productividad, y otro socialmente significativo, que considera la desconexión como un acto simbólico influido por estructuras sociales y de poder. En términos epistemológicos, los estudios sobre desconexión digital oscilan entre enfoques postpositivistas, que privilegian las observaciones generalizables para capturar la prevalencia de fenómenos en una población, e interpretativistas, que priorizan las experiencias situadas en contextos sociales, culturales y políticos específicos. A nivel metodológico, los estudios emplean métodos cuantitativos, como experimentos para probar la relación causal entre períodos breves de desconexión digital, como el no uso de cierta red social, y su asociación con variables como el stress, y cualitativos, como entrevistas, etnografías y análisis del discurso, que permiten capturar experiencias personales y matices culturales de estos fenómenos.
Los investigadores observan que, en un extremo del continuo, los enfoques individuales-funcionales tienden a asumir que la responsabilidad de la desconexión recae sobre el individuo, descuidando los contextos estructurales. Un número considerable de estudios desde este enfoque se ha centrado en evaluar la eficacia de las intervenciones de “desintoxicación digital”. En el otro extremo, los enfoques sociales-significativos pueden pasar por alto rasgos a nivel individual, como la autoestima o la ansiedad, que podrían fomentar las condiciones para la desconexión digital o moderar sus resultados. Los autores proponen a este marco analítico como una estrategia para fomentar el diálogo entre perspectivas complementarias y propiciar una comprensión más holística de los fenómenos de desconexión digital. Esto, a su vez, permitiría fortalecer la manera en que se está produciendo conocimiento sobre un tema cada vez más presente en los debates públicos y privados acerca de cómo es deseable vivir la vida en el entorno digital.